martes, 23 de junio de 2009

Amar a los animales

Un ciudadano se ha excedido en su amor a los animales y ha terminado en la uci. Enamorado de las serpientes -tiene nueve ejemplares en casa-, ha sido mordido por una venenosa y, durante un mes, ha estado con un pie en el sepulcro. De las nueve serpientes de su propiedad, dos son venenosas y una le ha salido rana. Y lo digo, claro, sin ánimo de ofender a la rana, ese anfibio saltarín ya ridiculizado por el griego Esopo en la fábula Las ranas piden un rey .
Hay que lamentar la mordedura casi mortal de esta serpiente tan desagradecida con su amo. Pero pienso que si este amante de las serpientes hubiera leído a Esopo podría haberse ahorrado esa dentellada. Desde aquí, y deseándole una pronta recuperación, le envío la fábula El labrador y la serpiente aterida de frío, que quizá, si la hubiera leído, habría moderado su amor a las serpientes.
Cuenta Esopo que, un día de invierno, un labrador se topó con una serpiente aterida de frío. El labrador tenía buen corazón y se compadeció de la serpiente. Se acercó a ella y con la voz más dulce le dijo: «Pobrecilla serpiente, yo te reanimaré». Y así fue. La cogió y se la puso en el pecho. La serpiente, reanimada por el calor y habiendo recobrado también su naturaleza asesina, mordió con saña a su bienhechor y lo puso al borde de la muerte. ?Y el labrador, a punto de morir, dijo: «Pero, ¿a quién se le ocurre reanimar a un bicho como este?».